La idea del crimen fue orquestada por José María Sánchez Navarrete, hijo de un teniente coronel de la Guardia Civil que en 1924, año en el que ocurrió el suceso protagonista de este texto, no tenía trabajo alguno y que se dedicaba a la vida nocturna y al juego, por lo que tenía unas considerables deudas. José María conoció en un bar al cubano José Donday, conocido con el mote de "Pildorita" por su afición a los fármacos y las drogas. Con él, ideó dar un golpe al tren expreso del correo de Andalucía, para poder llevarse un botín de un millón de pesetas (el tren llevaba los envíos y pagas de varias empresas coloniales a sus empleados, además de correspondencia procedente de toda Europa que debía entregarse por el norte de África y Gibraltar).
Sin embargo, decidieron reclutar a gente puesto que no eran gente de "acción", y contactaron con Honorio Sánchez Molina, un hombre dueño de una fonda que también tenía problemas con deudas derivadas del juego y las fiestas nocturnas. Debido a que no se fiaba mucho ni de Sánchez Navarrete ni de Donday (los veía frágiles y aparentemente eran una pareja homosexual, con lo que eso implicaba con la visión de la época) pero estaba apurado económicamente, Honorio decidió sumar al plan a Antonio Teruel, otro hombre con problemas de dinero. El propio Teruel se trajo al grupo, por sus propias sospechas personales, a Francisco Piqueras (alias Paco el Fonda), un tipo que también quería su trozo del pastel por andar corto de dinero.
Sánchez Navarrete, que era quien tuvo la idea del golpe, embaucó a un empleado (de gran corpulencia) de correos del Expreso llamado Ángel Ors, al que conocía de su pasado como trabajador del ferrocarril, en el asunto: con la ayuda de Ors, subirían al tren el propio Ors, Navarrete, Paco el Fonda y Antonio Teruel. Honorio se excusó de participar en el asalto por temas relacionados con su negocio y dijo que esperaría en Madrid a que el grueso del grupo ejecutara el plan con éxito. Donday debía hacerse con un vino narcotizado (por algo le llamaban el "Pildorita") con el que dormir a Ors y al compañero de Ors en la noche (la del 11 de abril de aquel 1924) en la que se llevaría a cabo el plan, Santos Lozano. También debía Donday organizar la huida tras el asalto.
Sin embargo, Donday empezó a cometer errores con la obtención del vino narcotizado: el dinero que tenía para comprar el narcótico con el que se mezclaría el vino, lo malgastó en jugar la tarde antes de dar el asalto, y terminó llevando a los tres ejecutores directos del plan una botella de alcohol (se duda si era vino o era coñac) normal y corriente.
Los tres ejecutores (Navarrete, Paco y Teruel) llegaron al tren expreso de Andalucía en la estación de Aranjuez, a la que habían llegado desde Madrid. Llamaron a la puerta para entrar, pero como estaba averiada, Ors les abrió la ventana para que entraran por ahí. Mientras, Donday se había ido hasta Alcázar de san Juan con un taxi y les esperaba cenando.
En el vagón del tren, Navarrete presentó a sus dos compañeros de fechorías a Ors y Lozano, y empezó a hablar con Ors ofreciéndole unas copas del frasco de alcohol suministrado por Donday. Al no estar preparado el alcohol con narcóticos y que no debieron haber bebido demasiado, ni Ors ni Lozano caían dormidos, con lo que el Paco el Fonda y Teruel perdieron la serenidad y comenzaron a atacar a los empleados de correos con una tenaza. Lozano sucumbió fatalmente de forma rápida, pero Ors, al ser corpulento, ofreció más resistencia y para que cayera fiambre también, Teruel le asestó un tiro en el pecho y otro en la mandíbula. Navarrete pidió explicaciones a sus compinches de esas acciones, los cuales se excusaron en que no podían dejar testigos de sus andanzas. Para más inri, el botín que consiguieron en su búsqueda en el vagón fue más bien exiguo.
Al llegar a la estación de Alcázar de san Juan, Donday les esperaba... con el taxi que había alquilado previamente, lo cual fue un error para su plan pues el taxista podía ser perfectamente un testigo. Posiblemente salvara la vida el taxista porque era de noche y había, evidentemente, oscuridad.
La fechoría comenzó a ser descubierta en la siguiente estación a la que llegó el tren: el empleado que debía recibir las sacas de correo encontró raro que no hubiera luz. Llamó a la puerta y al ver que no respondían, avisó a la estación de Córdoba, donde encontraron los cadáveres de Ors y Lozano. Las investigaciones se iniciaron de inmediato y fueron veloces puesto que la policía madrileña estaba al tanto de lo sucedido cuando los delincuentes estaban ya en Madrid, que siguieron siendo unos torpes puesto que fueron vistos por un churrero y dos serenos, que se extrañaron de ver a dos señoritos (Navarrete y Donday) en compañía de dos barriobajeros (Paco y Teruel).
El botín se repartió en casa de Antonio Teruel, a donde acudió la policía. Allí, la mujer de Teruel, la cual no sabía nada del asunto, fue detenida, y el propio Teruel, escondido en la buhardilla de su casa, decidió suicidarse al verse acorralado, no sin antes escribir una carta a su mujer en la que le explicaba lo sucedido. En la casa encontraron parte del dicho botín y a partir de ahí, todo comenzó a irse solucionando: Navarrete fue detenido en su propia casa, ante la indignación de su padre, Paco el Fonda fue apresado en un tren en el que iba de camino a Portugal para escaparse, Honorio (que, recordemos, no participó en el asalto) fue detenido en una finca de su familia en Ciudad Real en la que estaba escondido y Donday huyó hasta París, donde se entregó en la embajada española y se le trajo a España.
Los integrantes vivos del grupo fueron juzgados en consejo de guerra el 7 de mayo: José Donday fue el mejor parado, ya que se le juzgó como cómplice y recibió una condena de 20 años de cárcel. Paco el Fonda, Navarrete y Honorio corrieron peor suerte porque fueron codenados a muerte por garrote vil, una condena que se hizo efectiva en los tres casos.
Fuente: rutasconhistoria.es, es.wikipedia.org

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