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miércoles, 24 de abril de 2019

La autocanasta de Lorenzo Alocén


En los años 60 ocurrió un hecho en un partido de baloncesto que cambió para siempre el reglamento, y tuvo como protagonista a un jugador español. Fue Lorenzo Alocén y sucedió de la siguiente manera.

En la temporada 1961-62, el Real Madrid jugaba la eliminatoria de octavos de final de Copa de Europa (actual Euroliga) contra el Ignis Varese (qué tiempos aquellos en los que el baloncesto italiano predominaba en competiciones europeas). La ida de la eliminatoria se jugó en Varese el día 18 de enero de 1962, y el Real Madrid llegó a tener ventajas cómodas, cercanas a los 10 puntos (como un tanteo de 36-44).

Sin embargo, el Ignis recortó la diferencia, y a falta de dos segundos, el marcador presentaba un empate a 80. Pedro Ferrándiz, entrenador del equipo madrileño, pidió tiempo muerto para preparar una jugada. El equipo pasaba problemas en aquel momento del partido, ya que Hightower, máximo anotador hasta entonces con 27 puntos, se lesionó, y Morrison y Sevillano, habían sido excluidos por faltas.

Tras volver del tiempo muerto, Alocén recibió el balón tras el saque de Lluís. Lorenzo Alocén se dirigió hacia su propia canasta y anotó, poniendo el 82-80 favorable al Ignis. El jugador madridista reaccionó con alegría al principio para luego darse cuenta de su propio error.

Sin embargo, dicha reacción fue una actuación. Ferrándiz había aleccionado a Alocén para que anotara en su propia canasta, ya que desharía el empate que les llevaría a una prórroga, en la cual, previsiblemente, perderían de forma abultada ante los problemas que tenían con las lesiones y las faltas.

La estratagema les funcionó, ya que en el partido de vuelta, jugado en Madrid en un frontón (llamado Frontón de Vista Alegre), ya que en aquella época (y más en épocas anteriores) no estaban tan extendidas las canchas de baloncesto, el Real Madrid consiguió vencer por 82-63 (para pasar de eliminatoria, contaba la diferencia total en el tanteo conseguida entre los dos partidos) y pasar de ronda. Llegaron a plantarse en la final contra el Dinamo de Tbilisi, que perdieron.

Meses más tarde, se cambió el reglamento para siempre: las canastas anotadas en propia canasta (valga la redundancia) a propósito serían anuladas, mientras que las que fueran anotadas de forma accidental en el propio cesto sí serían válidas. También se dispuso que quien metiera canasta en el propio cesto intencionadamente recibirían una multa de 1000 dólares y la expulsión por dos años de la competición.

Una canasta histórica, desde luego (aunque no en el aspecto que más de uno pensaríamos a priori).

Fuentes: feb.es, alvarolamela.com

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